El origen del Ave Fénix viene de los desiertos de Libia y Etiopía. Aun así, su nombre proviene del griego “phoinix” que significa rojo. Se le consideró un animal fabuloso, una especie de semidios. Según la leyenda tenía el aspecto de un águila grande y fastuosa, que vivía muchísimos años. Era sumamente inteligente, sabía cuando llegaba la hora de su hora por lo que construía un nido con la corteza de árboles olorosos y batía poderosamente sus alas hasta que se perpetuaba su sacrificio. El ave Fenix se consumía por acción del fuego cada 500 años, y de sus cenizas surgía una especie de gusano, que se convertía en un Ave Fenix joven y nueva. Es por esto por lo que se decía que el Fénix renacía de sus propias cenizas.

 

En la mitología del antiguo Egipto, el Ave Fénix (también llamado Benu) representaba al Sol, que muere por la noche y renace por la mañana. Los griegos, los romanos y después los cristianos hicieron del Ave Fénix un símbolo viviente de la inmortalidad de la resurrección.